Seleccionar página

Carta a mi madre muerta

 Querida mamá:

Cada día que pasa te descubro un poco más, y te comprendo más como no lo pude hacer antes. 
Cuando todo empezó yo era demasiado pequeña.

O muy joven.

O estaba demasiado enamorada de la vida…

O acuciada por el amor o por la falta de tiempo.

Y en lugar de ver el miedo en tus ojos, me exasperé con tus quejas.

Y en lugar de ver la incertidumbre en tus pasos, sólo quise demostrarte mi fuerza y mi capacidad de avanzar hacia mis sueños.

Pero nunca te pregunté por tu fuerza y por tus sueños.
Porque pensaba que tu sueño era yo.
Ahora veo que vivir siendo una mujer es mucho más complejo que soñar hijos que cumplen sus sueños.
A menudo me he distanciado de ti diciendo que yo me parecía más a mi padre.
Pensando que tú no tenías fuerza, te rendías, no presentabas batalla.

Y ahora veo tu rendición y me duele en el pecho, querida mamá.

 

Porque nunca la vi.

Porque nunca te la agradecí.

Para mi eras sólo unos brazos que acunan.

Unos ojos que brillaban al mirarme con ese enamoramiento de las madres.

Para mi tu amor era mi derecho de hija, y lo exigía ciegamente.

Y me enfadaba si no lo conseguía.

Entonces creí que mi existencia, mis movimientos, mi realización eran suficientes para ti.

Y no supe ver nada más en ti.

 

Luego cuando te hiciste mayor estabas cada vez más enfadada y frustrada.

Y yo no entendía por qué.

Te volviste inaccesible y difícil.

Y entretanto yo seguía buscando que me confortaras y que me acunaras.

No me di cuenta tampoco entonces de tu orfandad y de tu soledad.

 

No vi lo valiente que eras para vivir sin que nadie te acunara. 

¡Cuánta incertidumbre, cuánto miedo, cuánta espera infructuosa ocultabas detrás de tu inaccesibilidad!
Y ahora que te has ido, mamá, cada día te descubro un poco más en mí.

Ahora a veces sonrío al verte en mi reflejo en los escaparates, en mis párpados caídos.

O en mi pequeña soledad que apenas puede darme una idea vaga de lo que pudo ser la tuya. 
Querida mamá: para no ser como tú, un día elegí no verte.
No sé qué día fue, no sé cómo empezó todo…

ni puedo hacer nada para volver allí y cambiarlo y…

…tampoco estoy nada segura de que hacerlo mejorara tu vida sin destruir la mía.

Así que he decidido aceptarlo todo, mamá.

Y tomar en mi corazón todo lo que pasó.

Ahora he encontrado el camino para agradecerte todas esas carencias que te reclamaba injustamente, y a las que puedo agradecer mi impulso imparable de crear y avanzar.

 

Ahora veo que tu fragilidad hizo que yo decidiera conectar con mi fuerza.

¡Que gran regalo mamá! ¿Quién lo habría hecho mejor?    
 
Y ahora he encontrado el camino para agradecerte tu miedo.

Porque al verlo en ti decidí transformarme en temeraria y atravesar el mío como quien cruza descalza un faldón de brasas encendidas.

¿Cómo habría encontrado yo el camino hacia la ayuda si tú no me hubieras mostrado la resonancia de la orfandad y de la incertidumbre?
Ahora por fin puedo ver que pusiste tu vida al servicio de lo que yo necesitaba aprender.
Mamá querida:
Da igual si ahora te digo que esta comprensión pudo ocurrir antes y habría sido mejor para las dos.

Me he vuelto una adicta a la realidad tal como es.

Y creo que ahora para nosotras sólo queda este punto de partida.
Entonces ahora por fin puedo tomarte en mi alma.

Y honrar todo lo que hiciste por mi para que yo pudiera aprender a caminar.

Ahora ya puedo ver que tú fuiste exactamente la madre que necesitaba.

De ningún modo podrías haber sido mejor, ahora me doy cuenta.

 

Gracias por todo lo que hiciste por mí.

Gracias mamá, por la vida que me has dado.

Pilar Rodríguez-Castillos

  

Soy Pilar Rodríguez-Castillos y ayudo a mujeres inteligentes, sensibles y perceptivas, a encontrar el verdadero significado de sí mismas y a emprender el camino hacia la Realización Plena y hacia el Pleno Bienestar.

Y lo hago sin empujarles al pensamiento mágico, ni a las creencias sin fundamento, a través de la comprensión de la energía que mueve los hilos de sus vidas.